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Punto de partida: donde las puertas no solo se abren, se trascienden

  • Foto del escritor: Jimena Amaya
    Jimena Amaya
  • 21 dic 2024
  • 4 Min. de lectura



Hay puertas que hacen algo más que dividir espacios; trazan líneas entre lo que somos y lo que estamos por ser. Hoy no se trata de una puerta física, aunque mi lugar en San Telmo tenga muchas puertas con llaves. Se trata de un umbral simbólico, un salto al vacío que construye. Ser profesional matriculada no es solo un título, es una declaración: un compromiso con lo que hago y con cómo lo hago. Este es mi vértice, como la placa que señala un punto cardinal. Desde acá, las relaciones se transforman, los ladrillos cobran alma y el futuro se diseña.



Con el diploma en casa
Con el diploma en casa

Ya soy profesional matriculada, reconocida oficialmente por el Colegio Profesional Inmobiliario (CUCICBA), bajo la matrícula Nº 9548. Este logro no es solo un número o un título; es la cristalización de un camino recorrido, lleno de historias y aprendizajes.


Pienso en cada paso dado hasta acá y me doy cuenta de que el verdadero valor no está en la meta, sino en las personas que cruzaron mi camino. Cada puerta abierta y cada conversación compartida son lo que realmente dan sentido a este recorrido. Porque al final, lo que importa no es solo llegar, sino todo lo que construimos en el trayecto.


Este reconocimiento también llega con la apertura de mi estudio en Estados Unidos 924, esquina Balcarce, en el corazón de San Telmo. Un espacio que, como la placa histórica que se encuentra a pocos metros, está cargado de simbolismo. Dice la placa: “Esta placa señala el vértice SE del ejido de la Ciudad de Buenos Aires, en la época de su fundación por Don Juan de Garay el año 1580”. Esa esquina no solo marca un límite geográfico, también simboliza un punto de partida, un anclaje en el tiempo y la memoria de la ciudad.


Mi estudio está justo ahí, en una esquina donde la historia de Buenos Aires se cruza con mi propia historia. Un lugar donde los relatos del pasado encuentran eco en las conexiones que tejemos hoy, transformando cada encuentro en una oportunidad de crear algo único. Donde la arquitectura respira historia y las calles susurran relatos, mi espacio no es solo una oficina. Es un punto de partida, un lugar donde las relaciones inmobiliarias trascienden los ladrillos y los papeles.


Es un puente entre quienes buscan y quienes encuentran, entre quienes sueñan y quienes hacen, donde cada historia tiene su espacio y cada espacio su historia. Aquí, los límites entre lo profesional y lo humano se desdibujan para dar lugar a experiencias auténticas, guiadas por el valor de las conexiones. Es un portal donde las ideas se materializan, los sueños se proyectan, y las oportunidades toman forma, porque en cada rincón de este barrio y en cada detalle de este estudio, hay una invitación a descubrir y construir juntos.


Esa misma esquina, con su reloj y su Santa Rita que trepa como si quisiera abrazar el tiempo, me inspira todos los días. Porque si algo me ha enseñado esta profesión, es que las propiedades no son solo ladrillos y metros cuadrados. Cada espacio tiene su alma, un susurro de lo que fue y una promesa de lo que puede ser. Como la placa, cada propiedad es un punto de encuentro entre el pasado y el futuro, entre lo tangible y lo simbólico.


El jueves pasado fue un día de ceremonia. Un día solemne, casi incómodo, como suelen ser los momentos importantes. Porque los comienzos, aunque estén llenos de promesas, también vienen cargados de vértigo. La sala, los discursos, las caras de otras personas que, como yo, se entregaban a algo nuevo. Y ahí estaba yo, entre ellos, a punto de recibir mi matrícula profesional, ese número que podría ser solo eso —un número—, pero que para mí es mucho más.

Es un compromiso. Conmigo, con los demás, con lo que estoy construyendo. Es también una declaración: acá estoy, lista para abrir puertas —propias y ajenas—, aunque me tiemble un poco la mano. Porque crecer da miedo. Como el amor. Como todo lo que realmente vale la pena.


En este recorrido, hay personas que marcan una huella tan profunda que cuesta encontrar las palabras justas para agradecerles. Gustavo Luongo es una de esas personas. Su presencia fue clave mucho antes de que esta historia siquiera tomara forma. Desde el minuto cero, Gustavo estuvo ahí: escuchando, acompañando, iluminando cada paso, incluso en esos momentos en que las dudas pesaban más que las certezas. Es ese tipo de profesional que no solo entiende el oficio, sino que lo eleva. Pero, sobre todo, es un amigo de esos que se sienten como un lujo de la vida.


Gustavo, gracias por ser ese faro que no se apaga, por tu generosidad sin medida y por haber caminado conmigo este trayecto tan personal. Sos la prueba de que esta profesión no se trata solo de ladrillos ni escrituras, sino de las conexiones que construimos en el camino. En vos encontré un compañero de ruta y un amigo que valoro profundamente. No me alcanza con decirte gracias, pero lo digo igual: gracias por tanto.


Y ahora me toca a mí abrir mi propia puerta. Siento el amor y el miedo como una mezcla extraña pero inevitable. Amar lo que hacemos —como amo yo esta profesión que elijo— significa exponerse, aceptar la incomodidad, dejar que nos atraviese y confiar en que algo bueno nos espera del otro lado. Porque al final, crecer es eso: salir del lugar cómodo y familiar para dar un paso hacia lo desconocido. Es respirar hondo y apostar por lo que vendrá.


Hoy, mi agradecimiento va para quienes me acompañaron en este camino, para San Telmo que me da su magia cada día, y para todos aquellos que confían en mí para acompañarlos en sus propias historias. Este es un nuevo comienzo, un capítulo que no puedo esperar para seguir escribiendo junto a ustedes. Gracias.

2 Comments

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josmarapoulastrou
Dec 21, 2024
Rated 5 out of 5 stars.

Felicitacione, Jimena Amaya!!! Avanti, Morocha!!!

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Guest
Dec 21, 2024
Rated 5 out of 5 stars.

Felicitaciones, Jimena Amaya!!! Avanti, Morocha!!!

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